Idealización del teletrabajo

Entre todos los efectos de la pandemia se encuentra la aplicación compulsiva del teletrabajo. Es decir, realizar desde la casa todas las actividades que atañen a la función laboral. 

El ya famoso homeworking, está siendo instalado como un modelo por los medios y por algunos teletrabajadores más privilegiados también.  Las imágenes que nos muestran, de personas cómodamente sentados en hermosas sillas de oficina, desplegando sus herramientas de trabajo en amplios escritorios. Y tomando un café, claro. Es algo bastante lejos de la realidad de la mayoría de los trabajadores que sin más se vieron cargados con máquinas, teléfonos, carpetas y papeles tratando de hacer todo lo posible para lograr cumplir con sus funciones desde la casa.

Ante la sanción en diputados de la Ley de teletrabajo, se comenzaron a oir diferentes opiniones y críticas en todos los medios. 

Esta ley, en realidad, ofrece un piso de derechos. Los aspectos específicos serán reglados por las negociaciones colectivas. Es la protección de los derechos laborales ya conquistados y que se están viendo vulnerados en muchos casos. 

Es una ley que empezaría a regir 90 días después de que finalice el aislamiento social preventivo y obligatorio. Aplica a aquellos que se encuentran en relación de dependencia.

Entre sus 19 artículos, establece que los derechos y las obligaciones de los teletrabajadores  deben ser iguales a los de los trabajadores presenciales. Que los trabajadores deben dar su consentimiento para trabajar desde sus casas. Disposiciones relativas a higiene y seguridad, sistema de control y derecho a la intimidad.

Los más cuestionados desde el sector empresarial son los que tratan el derecho a la desconexión, las tareas de cuidado en caso de tener a cargo menores de 13 años o adultos mayores, la reversibilidad del consentimiento, proporcionar al trabajador de sus herramientas de trabajo, compensar los gastos de conectividad y servicios.

En las circunstancias actuales de aislamiento social preventivo y obligatorio, estamos poniendo a prueba el homeworking, o mejor dicho el homeworking nos está poniendo a prueba a nosotros. La realidad es muy diferente a esta que nos muestran y que nos quieren instalar como modelo de teletrabajo. Al declararse la cuarentena el 10 de marzo muchos laburantes se vieron atiborrados de cosas y máquinas en sus casas. Invadiendo el espacio familiar y de descanso, en el mejor de los casos. Sin la capacitación necesaria ni para instalación de computadoras, ni el uso de las diversas plataformas remotas.  Ocupando los espacios dispuestos para la familia, muchas veces la única mesa de comedor de la casa, en alguna silla sin ninguna comodidad. A lo que podemos sumar la doble carga de las trabajadoras, que en la mayoría de los casos siguen llevando a cabo las tareas del hogar de manera casi exclusiva y deben seguir atendiendo las necesidades y demandas de hijas e hijos, parejas, padres a cargo. 

Ante esta circunstancia, con la complejidad de cada familia, las empresas insisten en decir que la Ley de Teletrabajo es una locura que no beneficia a nadie, que las empresas no querrán invertir en el país (sic) y que llevaría a la muerte al teletrabajo.

Nosotros como trabajadores debemos hacer cumplir los derechos conquistados. Las empresas pretender reducir sus costos a expensas de los trabajadores, quienes ven duplicadas sus facturas de luz, gas, internet. Es decir que hacen un traslado de sus costos a los empleados: alquileres, servicios, mobiliario, hasta el dispenser de  agua!

No hay que perder de vista que las empresas solo pretender ganar, ganar siempre, no importa a qué costo. El actual teletrabajo es una clara flexibilización laboral y una transferencia de recursos de los trabajadores hacia las empresas. Con seguridad hay mucho camino que recorrer en este aspecto, mucho para mejorar en la ley, pero no hay que dejarse ganar por los medios ni por los miedos. Sostener con claridad que los trabajadores somos los que producimos verdaderamente la riqueza.

“El capitalismo, cuando una crisis golpea, tiende a ser reestructurado. Nuevas tecnologías, nuevas formas organizacionales, nuevos modos de explotación, nuevos tipos de trabajo y nuevos mercados emergen para crear una nueva manera de acumular capital” (Nick Srnicek)

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