Enmascarados buenos, enmascarados malos

seretur

Nota escrita originalmente el 31/07/2017

Conversaba con algunxs compañerxs de la facultad cuando salió el tema de Venezuela (probablemente porque yo estaba usando una gorra del 4F). Comentaron que el domingo se habían producido 15 muertos.

Enmascarados diferentes
Composición inspirada en foto de Reuters

Les pregunté si alguno sabía cómo murieron esos 15. Todos habían escuchado los titulares, de modo que no tenían una referencia al respecto. Eso sí: la masa de «noticias» que hablan de la violencia del «régimen» de Maduro, de que es una dictadura, de que murieron manifestantes y de que no hay papel higiénico, servían de base para que tuvieran una suposición sobre cómo deberían haberse desarrollado las cosas.

¿Cuál encapuchado es más temible?

Seguramente, quien ya tiene definida su posición en contra de Maduro, de Chávez, etc., ya me habrá clasificado como chavista irrecuperable de quien no puede esperar sino noticias tendenciosas. Si algún lector llegó hasta aquí, invito a que reflexiones sobre las fotos que acompañan estas palabras y sobre la forma en la que la prensa manipula, sesga, recorta la realidad, que va sedimentando y naturalizando algunas respuestas que luego cuesta desarmar.

A la izquierda, y con una bandera de Venezuela como señal, se ven manifestantes contra el gobierno de Maduro. A la derecha, se ve a un militante de alguna de las organizaciones sociales que fue reprimida frente al Ministerio de Desarrollo Social en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Sobre este segundo caso, Clarín tituló: «La Policía desalojó el piquete de los encapuchados K que cortaron la 9 de Julio y prendieron fuego neumáticos». Como es habitual en la prensa dominante, los aspectos que se destacan es que estaban encapuchados (no se aclara que eran algunos, no sea cosa que se siembre incertidumbre), que eran K (adjetivo mágico que genera inmediatas corrientes de odio en un sector de la población) y -claro- que cortaron la calle y encendieron gomas.

En cambio, sobre escenas como la de la derecha (basada en una fotografía de la Agencia France-Press) nunca se menciona el equipamiento que carga el manifestante. Por cierto, esa máscara es bastante más cara que las palestinas y los trapos que algunos manifestantes llevan a veces en nuestro país.

La cobertura sobre la violencia de la oposición venezolana, sobre la forma en que se sostiene, sobre la logística que le permite desplegarse, es virtualmente nula en la enorme mayoría de los medios. El esquema Maduro-represión-dictador es fácil de vender, más cuando la enorme mayoría de la prensa acompaña en el recorte de la realidad. Sobre las feroces dictaduras árabes no suele haber menciones relevantes, o sobre las represiones en Chile -sobre todo en tiempo de Piñera- jamás se construirá una tapa de Clarín, de La Nación o de Infobae.

Y sobre las capuchas nacionales, no habrá reflexiones sobre los riesgos prácticos que suponen para gente de barrios alejados que su imagen sea identificada; en un país en el que los hechos de violencia institucional se multiplicaron, en el que las razzias policiales recobraron el alcance de antaño (nunca desaparecieron, por cierto), no tener en cuenta ese hecho constituye una estrategia de estigmatización. Estrategia que tiene terreno fértil en una parte de la comunidad altamente convencida de sus propias virtudes morales.

Si uno tiene ganas de enterarse un poco más (en los sentidos de conocer y de estar más enteros), conviene hacer un recorrido por alguna prensa crítica y por la prensa alternativa.

Y siempre conviene reflexionar sobre qué cosas de las que damos por cierto no son más que resultado de la insistencia o de las anteojeras de facto que nos imponen los medios que habitualmente nos (in)forman. A lo mejor así seamos más conscientes al momento de comprar nuestro próximo buzón.

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