Un congreso partidario desde una mirada personal

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Hay gente que imagina a la militancia partidaria como una actividad cerrada, dogmática, fanática e inflexible. O, peor aún, cree que se trata de una actividad rentada por intereses extraños, que encubre el afán de obtener beneficios personales. Hay un discurso impreciso que surge en los medios de comunicación, de las experiencias negativas de ex militantes, y del discurso de algunas corrientes políticas.

Desacreditar la militancia partidaria, y toda militancia en general, es sin duda una forma de estigmatizar la solidaridad, pintando como único motor posible el interés individual. Se trata, claro, de una visión perfectamente funcional a un modelo de sociedad que pone al lucro, a la ganancia, al éxito económico individual, como los valores aceptables; el capitalismo con sus variantes necesita que ese esquema tenga la mayor aceptación posible, al tiempo que desacredita a quienes intentan construir un mundo diferente.

La solidaridad con la lucha de los pueblos latinoamericanos fue uno de los acuerdos importantes.

Esos estereotipos tienen ciertos asideros que lo hacen creíble. En los partidos tradicionales (aunque también en algunos que se plantean como rebeldes), son habituales el clientelismo y la dispensa de cargos desde el poder. Por eso no extraña mucho ver a “militantes” que despliegan energías en vísperas de elecciones, o que cambian de la noche a la mañana la camiseta o el candidato que dicen apoyar, con tal de estar más cerca de una posición bien remunerada.

De lo que quiero hablar aquí es de otro tipo de partidos: de los que se plantean cambiar la sociedad, jugar un rol destacado en transformar el país (y el mundo); de los que buscan estudiar la realidad concreta, no para publicar papers ni para edulcorar la culpa, sino para generar un poder diferente, de base.

En los primeros días del año tuve la oportunidad de participar del XIV Congreso nacional del Partido de la Liberación (soy militante de esa organización desde hace algunos años, aunque sin los niveles de compromiso que debería tener). Fue la primera vez que estuve presente en esa instancia, viendo y escuchando en tiempo real los debates, las opiniones, las experiencias, que conforman el evento más importante de una organización política democrática de izquierda.

Algunos aspectos que me llamaron especialmente la atención:

  • Contra lo que piensan, imaginan o creen muchas personas, en ese Congreso hubo debates libres y francos; se plantearon posturas diferentes en algunos temas, con respeto y predisposición de las compañeras y los compañeros intervinientes. Las voces más apreciadas no lo fueron por su ubicación en la estructura orgánica; en todo caso, contaba la capacidad de expresar visiones de muchxs o todxs lxs asistentes, o la trayectoria de militancia que les daba sustento.
  • Aunque hay compañerxs a quienes se les valora especialmente (por historia, por consecuencia, por claridad ideológica y política), no hay “palabra santa”. A nadie se le acepta su postura sólo por el curriculum. Se discutió todo lo que se quiso o se consideró pertinente discutir, dentro de los límites temporales de un Congreso.
  • Hay partidos cuyo discurso (y, confío, la convicción de muchxs de sus militantes) se ubica a la izquierda, pero permiten en su seno prácticas clientelares y/o priorizan el acceso a cargos estatales (legisladores, concejales, funcionarios de gobierno), aún a costa de “ceder” en algunos principios. No hay recetas contra ese tipo de desviaciones, pero un buen indicativo es la conformación de la conducción respecto de su posición de clase “en sí”: todxs lxs asistentes al Congreso viven de su trabajo (contando 2 jubiladxs). No hubo empresarios, no hubo funcionarios, no hubo compañerxs con deudas políticas para con ningún espacio, nadie que viviera del sudor ajeno. Antes de que lo plantee algún crítico en modo troll, remarco que esa característica no es una garantía de nada (remito a los conceptos de “clase en sí” y “clase para sí”), pero me hizo sentir más confianza, más tranquilidad.
  • Las normas partidarias no prevén la “paridad de género”. Sin embargo, la conformación del nuevo Comité Central tiene igual número de varones que de mujeres; y -hasta donde sé- es el único partido de izquierda con una mujer como máxima referente: Irina Santesteban. Eso refleja el crecimiento de las luchas de feministas en la sociedad y también la capacidad del partido para dar cuenta de ello (hablar las causas de esa capacidad requerirían un análisis aparte). Merece un reconocimiento especial la labor de la Agrupación de Mujeres y Disidencias Beatriz Perosio, impulsada por el PL pero donde participan compañeres que no están en el partido, conformando con hechos y teoría (praxis) un feminismo.
  • De las intervenciones, y aunque hubo diferencias, quedó claro que existía un alto grado de acuerdo sobre cuestiones centrales: el diagnóstico de la situación, los lineamientos a corto y mediano plazo, los objetivos estratégicos. No se pueden hacer reuniones como esta con mucha frecuencia (factores organizativos y económicos, fundamentalmente), pero las deliberaciones me dan una convicción razonable de que se mantendrá la cohesión, más allá que haya algunas diferencias entre regionales en virtud de sus realidades concretas; además, seguirán habiendo instancias de debate. aunque no sean “cara a cara” entre una número de militantes más amplio. De esto se trata el Centralismo Democrático.

Se trata de conjugar trayectorias y experiencias diversas. No es fácil, y no hay garantías de éxito, no hay fórmula mágica. Lo mejor que podemos hacer es actuar y analizar sobre nuestra realidad concreta. Como decía Lenin de los comunistas alemanes allá por 1920, “sólo un charlatán podría prometer a los obreros y a los comunistas alemanes un camino ‘fácil’ para alcanzar la victoria”. Pero hay que ser conscientes de que las batallas que hay que dar requieren de todas las fuerzas, y que juntarlas y articularlas es una de las tareas que nos compete a todxs quienes queremos un cambio revolucionario.

Del Congreso surgieron 2 cuestiones fundamentales: la necesidad de no pagar la deuda externa y exigir la libertad de lxs presxs políticxs; y eso no significa descartar formulaciones que nos lleven en esos caminos (como una auditoría de la deuda para descartar la que sea “odiosa” o ilegítima; amnistía, indulto o revisión de causas para quienes están privados de libertad por razones políticas y mediante procesos amañados). Tenemos que tener claro a dónde apuntar y qué cosas van en el mismo sentido.

Se puede leer un resumen oficial del Congreso en la web del Partido o en su prensa mensual (Liberación).

2 thoughts on “Un congreso partidario desde una mirada personal

  1. Qué bueno tener camaradas como quien escribe esta crónica, política y personal! Orgullosa de la organización en la que milito desde hace 33 años!

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